Tenía muchas ganas de escribir sobre esto… muchas, muchas.
Cuando en uno de los talleres de Kit de Supervivencia para afrontar la infertilidad que organicé el año pasado, conocí a Patricia y Sonia, no tenía ni idea de lo que nos esperaba por delante.
Les hablé de mi idea de crear un Grupo de Apoyo para pacientes y familiares en Reproducción Asistida. Quería hacer algo diferente, que no solo fuera un lugar donde ir a «llorar las penas» sino que se creara un espacio donde pudiéramos salir fortalecidas a nivel emocional, que nos nutriéramos de información real y sana, de esa que puedes aplicar al día a día y sobretodo dirigida a una pestaña de nuestra vida que no olvidaremos nunca: el camino hacia la maternidad cuando la palabra infertilidad se cuela en medio.
Al igual que también estuviera dirigido a familiares, eso era super importante… porque ellos también necesitan conocer como nos sentimos, para de ese modo saber como ayudarnos.
Animada por ellas organizamos la primera quedada a la que vinieron no más de ocho personas. Ahí conocimos a las primeras incorporaciones, personas que a día de hoy han hecho del grupo, una familia… entre ellas Ana, que ha sido fundamental, una promotora de lujo que dice «Venga, pongámonos a ello» y no le duelen prendas a la hora de ir de acá para allá haciendo cosas increíbles por el bien general.
Hasta aquí ya era hermoso. Pero quedaba mucho por delante… mucho… e íbamos a alucinar con todo lo que nos esperaba.
Empecé a mover mis hilos, a pedirle a tal y cual que nos dieran charlas, que nos enseñaran como alimentarnos en un proceso de fertilidad, que nos condujeran con sus pautas hacia el bienestar emocional y físico, que sovlentaran nuestras dudas en cuanto a los tratamientos de reproducción asistida.
Y así el grupo, a través de una cuenta de correo electrónico que movimos por todas las clínicas de reproducción asistida de Aragón y La Rioja fue creciendo a un ritmo vertiginoso: a día de hoy somos 83 personas.
Cada vez que lo digo… me entra un subidón de los grandes.
Ojalá os pudiera expresar con palabras la magia que se vive en estos encuentros, en los que las veteranas arropan a las nuevas incorporaciones y comparten sus historias (algunas muy muy muy duras) y hacen frente común a unas emociones complejas pero similares en todos los casos. Por eso funciona: porque la empatía hace que se cree un atmósfera de magia, comprensión y cariño increíble.
A veces las observo, hablando unas con otras y os juro que me emociono… algún día me verán llorar como una pava y tendré que mentir diciendo que se me ha metido una cosilla en el ojo…
Llegaron los primeros embarazos y lo celebramos con cautela, porque ya nos hemos pegado más de un susto, pero con una alegría infinita por saber que una compañera lo ha conseguido y que estamos junto a ella en este momento.
Llegarán los primeros bebés… y eso… eso va a ser la pera limonera.
Hubo un momento que pensé… «Bueno, en cuanto se queden embarazadas o decidan no seguir, abandonaran el grupo…» y aunque entendía que fuera así, me daba mucha penica… Pero (y aquí viene la magia de verdad)… ¡Quieren seguir en el grupo! Porque se sienten parte de él y saben que su ayuda es importante para el resto.
Yo las llamo las «Hadas Madrinas» y así es como quiero que se llame ese departamento de ayuda… Las «Hadas Madrinas» que están para seguir velando por el bienestar de la gente que se asoma a este grupo de apoyo y necesita que le echen un capote.
Necesitaba escribir sobre esto… necesitaba agradecer a mis chicas (y chicos… ¡que tenemos muchos chicos ya! Y son más majos que todas las cosas juntas) que estén junto a mí en este proyecto, que es sin duda de los más importantes de mi vida.
Gracias Grupo… de verdad que ni os imagináis lo importante que sois para mí… gracias a los que han colaborado de manera altruista, los que se han ofrecido para ayudarnos en todo lo que necesitemos (Gracias Salvador García Aguirre, eres nuestro «Hado Madrino», el primero que confió en este proyecto y nos animó a hacerlo realidad… )
Seguiremos creciendo y llegando a muchas personas… esto no ha hecho más que empezar.
Marian Cisterna