En los últimos días os he hablado mucho de mis sobrinos.
Sus ocurrencias y los momentos que vivo a su lado son tan increíbles que no me resisto a compartirlos con el resto de la humanidad.
A veces los observo sin que se den cuenta, porque cuando están entretenidos con algo, cualquier cosa a su alrededor se vuelve invisible.
Y yo me considero “cualquier-cosa-invisible” en esos casos, faltaría más.
Es justo en ese tiempo en el que estudio cómo poco a poco descubren el mundo que les ha tocado vivir, cómo aprenden, interactuan, ponen en práctica lo aprendido o parecen réplicas en miniatura de nosotros mismos.
No obstante, hay algunas pinceladas que me encantaría se supieran, porque el corazón de una Súper Tía es un cofre de sentimientos tan infinito en el que es hermoso poder explorar.
Qué conste que no hablo de manera única… las Súper Tías solemos hablar de estas cosas entre nosotras… tenemos una Comunidad Súper Secreta en la que salen cosas a debate… Cómo por ejemplo, temas que nos encantaría pudieran conocer los padres de esas criaturas tan hermosas a las que llamamos sobrinos y que a veces nos dan instrucciones militares antes de irnos de casa con sus hijos de la mano:
“… y no les des chocolate… no te dejes convencer tan fácil, qué te tienen calada… abrígales, qué coman algo sano… intenta qué duerman algo pero si son más de las cinco de la tarde haz lo posible por qué aguanten que luego, por la noche, no duermen… nada de patatas fritas ni chuches antes de comer… y aunque se tiren al suelo, pataleen y se vuelvan locos…
¡No les compres nada!”
Queridos padres… ¿En qué planeta vivís? En serio… Porque en el planeta de las Súper Tías esas reglas están completamente abolidas hace tiempo.
Por supuesto no los empapuzaremos a chocolate como si estuviéramos rellenando un bizcocho… (Nos queda algo de conocimiento encima de estos hombros)… pero el mundo entero debería saber que si la empresa Kinder sigue en marcha, es gracias a la legión de tíos y abuelos que los mantenemos a diario. Las Súper Tías, de hecho, además de capa, mallas ajustadas y culo respingón, tenemos un Huevo Kinder en cada mano. Son algo así como nuestra carta de presentación.
Lo de dejarnos convencer rápido es otra historia… al igual que Superman tenía en su contra la kriptonita, nuestro punto débil, sin duda, es la mirada de nuestros sobrinos solicitándonos algo.
Es complicadísimo (por no decir IMPOSIBLE) no ceder ante ese chantaje… sus poderes hipnóticos sobre nosotras nos hacen caer de rodillas y claudicar ante un “Porfiiii tíaaaaa, porfiiiii” “Una vuelta más”, “Aún no nos vamos, ¿verdad?”, “No, no… no quiero eso… QUIERO ESO OTRO”
No dudéis que si un día alguien se planteó subir a la luna fue porque uno de sus sobrinos se la había pedido… y por un sobrino… lo qué haga falta.
Lo de comer sano lo solemos cumplir, pero si alguna vez se nos escapa es por razones de peso: ¿Cómo le voy a hacer comer al pobre una ración de pescado existiendo macarrones con tomate o chicha con patatas fritas? Vamos… estaría loca de atar si me enzarzara en una lucha… ¡Soy su tía! No estoy para esas cosas…
Y sí… de vez en cuando un capricho, codo con codo tía-sobrino… es absolutamente comprensible. Compartir un momento chachi, comiendo a gusto y contándonos nuestras cosas… no tiene precio. No se mal nutrirá por nuestra culpa, porque un día es un día… así que… #TengamosUnHappyDay
Lo de dormir ya adelanto que es difícil, aunque cuando lo conseguimos no hay mayor premio que arremolinarnos junto a ellos y escuchar su respiración relajada mientras observamos con el mayor de los amores esas pestañas protegiendo sus sueños. Esos sueños maravillosos en los que los cuentos que me invento para que sean felices se hacen realidad.
Sentir su respiración, darles un pequeño beso en la frente (con muuuucho cuidado para que no se despierten) y que se te llenen los ojos de lágrimas de profundo amor mientras piensas que esa persona que ocupa tan poco en tu cama, llena por completo tu corazón… es un momento indescriptible.
Todo el mundo debería saber que estamos aquí, a su lado, para hacerles el camino más fácil, para llenar su base de datos de buenos y felices recuerdos… y seremos parte de su educación, por supuesto, porque deseamos que sean buenas personas, que sean honestos y que conserven por mucho tiempo esos sentimientos tan puros que les permiten ver el mundo tal cual es… sin dobleces ni engaños.
Seremos parte de su historia y un día espero que recuerden esos instantes mágicos de Huevos Kinder, patatas fritas, hacernos los remolones en el parque y quedarnos un poco más, de andar por la calle sin pisar lo blanco de los pasos de cebra, de «Veo, veo»… y de las tardes de cuentos inventados en los que ellos son los protagonistas absolutos, las risas porque repito hasta el infinito lo que ellos dicen con diferentes acentos y nuestras batallas de “A ver quien termina antes de comer… Ohhh… ¡Has vuelto a ganar a la tía! ¿Cómo lo haces?” o esas cosas de “En serio, no me extraña que lo hagas todo tan bien… ¡Eres tan mayor ya!… Fíjate… Tres añazos… Mayor, mayor… el más mayor y fuerte del Universo” mientras ellos asienten con seguridad y falsa modestia mirándonos en plan “Lo sé, lo sé”
Y esta tía que suscribe desea no olvidar jamás cómo cuando me ven llegar a su casa corren por el pasillo hacia mí gritando “Tia Maaaariaaaaan” con la mayor de las alegrías y cómo si no nos hubiéramos visto en millones de años dándome esos besos tan ricos que saben a gloria bendita y son el mejor reconstituyente emocional que existe; o cómo guardan una silla a su lado cuando vamos a comer y dicen con autoridad “Yo al lado de la Tía Marian”… o cómo me piden que los coja cuando están cansados y reposan su cabeza en mi hombro hasta quedarse dormidos… o cómo ayer ocurrió, que no se qué responder cuando me dicen “¿Qué pasa tía?” porque he de apretar los labios y no llorar después de qué uno de ellos me dijera… “Eres mi mejor amiga”.
Por eso, la gente debería saber que somos las hadas madrinas de nuestros sobrinos, las encargadas de hacer de la realidad momentos de fantasía, de folclore, de risas y juegos… esa es nuestra misión… somos el complemento a los padres.
Yo también soy sobrina… y guardo tan buenos recuerdos de mis Súper Tías que espero que mis sobrinos, el día de mañana, conserven la misma sensación de gratitud que tengo yo hacia ellos, porque la vida se compone de momentos mágicos vividos en el presente y recuerdos maravillosos que nos acompañaran siempre.