Tal vez ocurra que durante un largo periodo de tiempo no quieras saber nada de nadie.

Que te cueste salir, relacionarte con gente, hablar y ya no digamos sonreír.

Cuando no te quede otra y tengas que estar en un acto social, pensarás que vienes de otro planeta e incluso que eres inferior por sentir ese caparazón de tristeza que aplaca cualquier otra sensación agradable.

El miedo  llamará a tu puerta porque (y esto es muy interesante) te preguntarás quién demonios va a querer estar contigo en estas circunstancias.  Que eres un pestiño de lo rollo que eres, así en plan mute.  Que ya ni te ríes ni nada.  Cortarollos.

Efectivamente habrá gente a la que no le guste esta nueva versión de ti.  Que ya no estás para nadie y que cuando te preguntan “¿Qué tal estás?” siempre dices “Bien” pero que suena a  “No me apetece hablar”

No te preocupes por esto último, es más que comprensible dadas las circunstancias.

No obstante, no te engañaré y es posible que como tampoco estás para escuchar o ayudar a nadie, algunas personas te reprochen que ya no contestas a los WhatsApp (odio WhatsApp) que hay que ver lo cara que eres de ver y lo difícil que es quedar contigo y hasta en alguna ocasión, vayan más allá y te digan un “Perdona pero voy a ser sincera… “y terminen con una explicación sobre lo mucho que les has defraudado y que no estás cuando te necesitan.

En injusto a tope, lo sé, pero ocurre.  C’est la vie.

Un día alguien me reprochó que no había estado cuando me había necesitado y yo pensé “¿Cuándo fue eso?” porque ni me había enterado que me hubiera necesitado.

Por lo visto “Mi anterior yo” molaba un montón.  Era mucho más suspicaz, disponía de más tiempo para los demás y estaba más al loro de esas cosas.  Por lo que fuera  enseguida me daba cuenta de que alguien no estaba bien y no me costaba ningún esfuerzo deshacer mis propios planes (fueran los que fueran) para escuchar problemas ajenos.

“Mi anterior yo” ha debido ser muy buena gente.  Siempre estaba ahí para los demás.

Pero se ve que cuando todo eclosionó, cuando mi propio mundo estalló por los aires dejándome en la más absoluta oscuridad no logré enterarme de nada de lo que ocurría a mi alrededor.

Si recuerdo (perfectamente además) que dejaba pasar mensajes, llamadas y emails porque estaba tan agotada que me producía un malestar infinito tener que hablar con alguien.  No digamos que me contaran problemas.  Simplemente no podía ni plantearme escuchar a nadie.

Durante tiempo había cargado mi mochila, la mochila de los demás y por el camino fui pregonando que si alguien no podía llevar la suya , yo me ofrecía a hacerlo.

Toda mi energía se quedó en ese camino.

No estoy diciendo en absoluto que ese fuera el único motivo de resbalar al abismo.  Para nada.  Hubo más.  Fue una compleja receta con los ingredientes perfectos.  Os iré contando más a medida que pase el tiempo, he de estar preparada para ello.

Pero este, sin duda, fue uno de los ingredientes.

No obstante (Y QUE QUEDE CLARÍSIMO) no es responsabilidad de los demás.

La responsabilidad, siempre, es de uno mismo.  No calcular cuánto de mucho o de poco podemos dar de nosotros antes de llegar al colapso.

Hoy he leído que la depresión ni es transformadora, ni te hace crecer ni aprendes nada.  Lo siento por quien piense así pero no puedo estar más desacuerdo.

A mí me ha transformado.  Me ha hecho crecer y he aprendido muchísimo.

Entre todo lo que me ha aportado está el saber poner límites, el decir “Perdón pero ahora no puedo” (sin sentirme culpable) y pensar en mí sin temor a verme como una egoísta asquerosa.

Egoísta…

Sé que no lo soy y con eso basta.  Y a ti, debería bastarte también.

Egoísta serías si teniendo mucho no dieras nada.  Pero cuando tienes poco debes pensar en ti, porque entonces ni podrás dar ni podrás hacer absolutamente nada.

Cuesta mucho al principio, porque nos hemos programado de tal manera que si no estamos pendientes de que todo el mundo esté bien, nosotros mismos no lo estamos.

Mi felicidad es que los míos estén bien.  Que mi Familia, mis Amigos, mi Gente esté bien.  Siempre que he de pedir un deseo, pido eso.

Pero si tú no estás bien… si yo no lo estoy, los nuestros tampoco van a estarlo.  Por eso, antes de que este meteorito que es la depresión llegue a tu vida, aprende a mimarte.  Aprende a ver a tu niño o niña interior y mímale (hablaré de esto más extensamente porque es la ESENCIA ABSOLUTA del crecimiento personal)

No eres egoísta por pensar en ti.  Borra eso de tu mente ya mismito.

Di NO cuando no puedas.  (Repito que costará, pero es cuestión de práctica)

Pregúntate “¿Me hace esto feliz? ¿Puedo hacerlo ahora?” y escúchate muy bien.  Esto es importante.

Cuando estés realmente bien, cuando hayas aprendido como sopla el viento en tus velas todo será más fácil.  Podrás ayudar.  Podrás estar cuando te llamen y seguir escuchando.  Y además, todo lo que des será de una calidad excelente.

No te preocupes si algunos se van.  Tal vez es que no deberían estar ya en tu camino.  Tal vez te estén impidiendo crecer o construirte.  Si no puedes apartarlos, sigue.  No tienes por qué cargar con sus mochilas.

Tú no tienes responsabilidad ninguna sobre lo que los demás piensen o hagan.  Esa es SU responsabilidad.

La gente que te quiere, la gente que te respeta y desea de verdad acompañar tus pasos… estará.  Sea cual sea la versión de ti mismo.

Porque seguro que tú has estado para ellos antes.  La gente buena, nunca se olvida de eso.

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