Se ha puesto tan de moda buscar la felicidad a toda costa que estoy segura que perseguir ese objetivo nos frustra mucho más de lo que nos ayuda.
Buscar incansables el buen tiempo, el buen ánimo, la sonrisa, lo positivo… ¡Es agotador!
Nadie puede ser feliz continuamente y quien lo pretenda tiene la batalla perdida. Nos pasarán cosas que cambiarán nuestros mejores planes, nos harán sentir Nivel Plof Profesional e incluso habrá días en los que estaremos tan cabreados con el mundo entero, que te pondrá de peor humor leer esas frases afirmativas que parecen escritas tras haber consumido alucinógenos.
A mi personalmente, más que «perseguir la felicidad» me convence más lo de «agradecer lo que tengo». Esa es la base que quiero transmitir siempre en los Tips del Bienestar por ejemplo (ya no felicidad… ¡bienestar! qué mola mucho más y es más agradecido con el tiempo)
Por ejemplo… en el caso por el que estoy en esta página… el hecho de que no seré madre pese a que era el deseo más brillante que guardaba en mi interior. Vaya «putada», ¿verdad?
Pero analizo la situación y si, desde luego, ojalá me hubiera quedado embarazada en cuanto nos lo propusimos, no me importaría ceder todo lo positivo que sucedió a cambio por acunar a mi bebé.
Pero ese no es motivo suficiente para dejar de agradecer infinitamente las cosas que hoy tengo y que la corriente de situaciones me haya llevado hasta otras experiencias: el libro, los talleres, conocer gente maravillosa, escuchar testimonios, hacer amistades nuevas, conocerte a ti, a ti y a ti, a los que clicáis Me Gusta, a los que compartís vuestras historias conmigo…
Hubo un tiempo en el que me pregunté «¿Volveré a ser yo misma?» porque me echaba terriblemente de menos y no me reconocía al escucharme hablar, ni sentir, ni actuar.
Lo conté el otro día en el Grupo de Apoyo. Cuando la tormenta comenzó a amainar, un día me sorprendí a mi misma cantando en el coche al ritmo de un tema de Roxette que se escuchaba en la radio.
Hacía mucho tiempo que no cantaba como si me estuviera jugando un puesto en la final de La Voz.
Dije: «Ahí estoy. Soy yo. Con mis gallos y mi inglés inventado («Sleeping in my car!! «aguil pochesyusssss» Sleeping in my car «certalin blesyussss»)… poco a poco me voy encontrando… este es un primer paso»
Y aunque las heridas dejan cicatrices de guerra, ahí estamos… puede que no sea exactamente igual que antes… pero esta otra, tampoco está mal… ya hace chistes, bromas y se carcajea como antes. No olvida, por supuesto, pero sigue agradeciendo lo que tiene.
Y tu también te encontrarás. Volverás a reencontrarte con la que fuiste… e incluso descubras alguna novedad que te haga hacer una mueca de aprobación al verte llegar (o al escucharte cantar)
La felicidad no se persigue… es ella, cuando en un momento de despiste, nos da un toquecito en el hombro y nos pone nuestra canción preferida en la radio del coche. Y es inevitable cantarla. Con gallos, inglés inventado y toda la pesca.
Es cuestión de tiempo. Todo lo bueno llegará.