Soy consciente de la suerte que tengo con mi familia.

Aunque si eliges un día al azar y te presentas en nuestra casa, lo más probable es que nos encuentres discutiendo porque somos expertos en eso, en hablar todos a la vez y en no saber guardar secretos entre nosotros.  Ganaríamos Olimpiadas en cualquiera de estas tres modalidades.

No obstante, no sabemos vivir los unos sin los otros, porque nos entendemos perfectamente y tenemos la confianza suficiente cómo para cabrearnos nivel mil sin que llegue la sangre al río.

Es más, hay algo muy curioso porque yo puedo decirles cualquier cosa, señalar sus errores, cabrearme o lo que sea, pero no consentiría jamás que nadie les dijera exactamente lo mismo.  Los defendería a capa y espada y pondría los brazos como un croissant para resultar más amenazante.

Somos un porrón, algo que resulta complicado a la hora de organizarnos (entre otras cosas por esa manía de hablar todos a la vez sin escucharnos) pero si la cosa se pone seria, nos transformamos y hacemos lo que hay que hacer con estructura militar, dejamos hablar a quien tenga que hablar y escuchamos atentamente sin perder ripio.

Una vez solucionado el problema, volvemos a desmadejarnos en nuestro hábitat natural.

Algunos ya lo sabéis, pero mi familia no es un ejemplo de familia al uso.  Todo lo contrario… si os explicara con detalle, esta tribu de locos os recordaría perfectamente a un guión de película de Almodovar… es más, con un ejemplo os va a servir perfectamente para haceros una idea:

Poco antes de que mi padre falleciera, vino a Zaragoza a lo que todos sabíamos era una despedida.  Fueron a buscarlo mi madre (de la que llevaba separado casi treinta años pero con la qué seguía siempre en contacto telefónico y Paco, su marido, que insistió en que mi padre se quedara en su casa el tiempo que hiciera falta).

Eso fue por la mañana.

Cuando se acercó la hora de la comida, llamé a mi madre para ver como nos organizábamos y me dijo que estaba preparando una paella para todos.

Al llegar a su casa, toda la familia estaba allí: mis padres, Paco, mi hermana, su pareja, mis primas, sus parejas, los niños, mis tías, el abuelo… empecé a ver la mezcla entre unos y otros, pasándose bandejas de comida, riendo, hablando, escuchando cómo mi padre les contaba cosas del lugar dónde vivía… en ese momento pensé lo que he dicho antes: «Esto es una peli de Almodovar», pero me sentí el ser más afortunado del planeta porque esas personas formaran parte de mi vida.

Dos días más tarde acompañé a mi padre a la estación y supe (y no se porqué lo sabía) que esa sería la última vez que lo iba a ver.  Estuvimos hablando los dos sentados en un banco, contándonos cosas y recordando tiempos de atrás… no nos dijimos «te quiero», no hizo falta, porque los dos sabíamos que nos queríamos tanto que si lo decíamos si iba a sonar a despedida definitiva.

Cuando pasó a la zona dónde iba a salir su tren y dónde sólo podían pasar los pasajeros, yo me quedé observándolo desde el piso de arriba y entonces si que rompí a llorar porque toda mi vida junto a él pasó en esos minutos que él andaba de lado a lado sin saber que yo estaba a unos metros.

El jaleo de la gente, el ruidito de las ruedas de las maletas detrás de mí, la voz de megafonía y alguno que otro que me observaba con extrañeza porque se había fijado en que estaba llorando… todo esto, pasó en un segundo plano.

Pronto hará un año sin él y aún tengo que acostumbrarme a eso de no coger el teléfono y llamarlo… (cómo esa vez que no me sacordaba del nombre de un restaurante dónde me llevó y dije «Voy a llamar a papá y que me diga…» y entonces me dí cuenta que no… que no podía llamarlo y que él ya no estaba para resolver dudas de restaurantes)

Mi marido me dijo que cuando su madre falleció, él la sentía cerca… yo esperé, esperé y esperé a sentirlo, estuve atenta a recibir alguna señal divina que me asegurara que él estaba a mi lado cómo en la serie de Medium o Entre Fantasmas… pero bueno, en nuestro caso por lo visto, mi padre tiene cosas mejores que hacer que revolotear cerca.  Y no me extraña, porque él siempre ha ido por libre y no le ha gustado depender de nada ni nadie… así que ahora que es completamente libre supongo que habrá elegido el mejor lugar del paraíso, en una playa, con una tumbona, una sombrilla, un Daikiri, algo de prensa y unas gafas de sol.

Soy feliz imaginándolo así o en el Piano Bar del cielo, hablando con unos y otros y haciendo ese lugar un poco más divertido y menos sobrio.

Pero no obstante, de algún modo sigue presente en algunas cosas:  en las canciones de Julio Iglesias, Camilo Sesto, Nino Bravo o en el «Resistiré» del Dúo Dinámico que a veces me sorprenden escuchándolas por azar en algún rincón del mundo.  Siempre pregunto interiormente «Papá… ¿Eres tú?  La has puesto a propósito en la tele o la radio para que me acuerde ahora mismo de ti?»  Quiero pensar que si… que los que están en otra dimensión a veces nos mandan mensajitos porque les ha entrado la morriña de este mundo y necesitan saber que no los olvidamos.

Un año ya, eh majo?  Espero que lo estés pasando bien y que haya tabaco suficiente para Eugenio el de los chistes y para ti… estoy segura que estáis acabando con todas las reservas celestiales.

Te quiero, te lo dije muchas veces, pero nunca las suficientes.

https://www.youtube.com/watch?v=PJD1zJYT1KQ

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